Después de un Domingo de Ramos que contra todos los pronósticos resultó esplendoroso, y tras una truncada tarde de Lunes Santo, las miradas se giraban hacia la Vereda donde nuestra Hermandad realizaría estación de penitencia durante la tarde del Martes Santo. No había indicios ciertos para estar del todo tranquilos pero los ánimos eran distintos al del año anterior, donde nuestra ciudad vivió una Semana Santa muy mermada de cofradías.
La jornada comenzaba con la eucaristía preparatoria para nuestra estación de penitencia, dando paso posteriormente, como es tradicional, a la ofrenda floral al monumento a San Juan Bosco. Durante el resto de la mañana las puertas de la basílica permanecerían abiertas para recibir las visitas a nuestros Sagrados Titulares, entre ellas la de la corporación municipal y de otras hermandades con la que nos unen lazos fraternos.
Los hermanos quedarían citados en la basílica de María Auxiliadora a las 18:00 de la tarde. Sin embargo, media hora antes de la hora de salida, el Hermano Mayor convocaba a los miembros de la Junta de Gobierno en la sacristía de la capilla del Carmen. Tras dicha reunión, nuestro Hermano Mayor, D. Fernando Pozo, informaba a todos los hermanos que un frente amenazaba con descargar agua en nuestra ciudad en los próximos minutos. También tranquilizó saber que, una vez pasado ese episodio de lluvias, los cielos quedarían ciertamente despejados, permitiendo poner la cofradía en la calle con las garantías suficientes de seguridad, la cual se haría patente aproximadamente una hora después de la hora de salida. Por ello, y con objeto de regresar al templo a la hora estipulada, la cofradía acortaría el recorrido de ida, prescindiendo del Ayuntamiento y las callejas de Partera, Sevilla y Alcalde Fernández Heredia. Así, tras bajar Ramón y Cajal, la cruz de guía giraría hacia la izquierda en dirección a la plaza del Altozano y retomar el itinerario habitual.
Aunque con algunos días de antelación a lo inicialmente previsto, los Titulares de la Hermandad de los Muchachos de Consolación se encontraban en el interior de la basílica de María Auxiliadora, refugiados de la lluvia que apareció en la tarde del Lunes Santo. Como símbolo de fraternidad y unión entre dos corporaciones con carisma salesiano, la Santísima Virgen de las Veredas portaría durante su salida procesional un broche de la Virgen de la Amargura. Así, y de manera recíproca, se le hizo entrega a la Hermandad de los Muchachos de Consolación de un broche con el escudo de nuestra Hermandad para que su dolorosa lo portara en la tarde del Sábado Santo durante la procesión del Santo Entierro Magno.
Una hora más tarde de lo previsto, las puertas de la basílica de María Auxiliadora se abrieron para que la cruz de guía comenzara a andar, dando paso al resto del cortejo penitencial. Miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad de los Muchachos de Consolación estuvieron en representación con estandarte y varas a la salida de nuestra cofradía. Su Hermano Mayor tuvo la oportunidad de hacer la llamada a la salida tanto del paso de misterio como del palio.
Hubo recuerdos muy emotivos en la primera levantá del paso de misterio, dedicada a D. José Pérez Conde, maestro-imaginero, como a él le gustaba decir, autor de nuestros Sagrados Titulares. Ambos pasos portarían crespón negro en su memoria, así como en recuerdo por los hermanos fallecidos. El paso de misterio se puso en la calle estrenando los sones de cornetas y tambores de la banda de Coronación de Campillos. El Cristo del Amor recuperaba la policromía que durante muchos años había permanecido oculta, pero esta vez, bañada por un sol de Martes Santo tamizado parcialmente entre las nubes. Gracias a la ejecución de la nueva cruz, la imagen del crucificado se elevaba sobre sus andas procesionales a mayor altura de lo que lo hacía habitualmente, posibilitando una mejor contemplación de la escena pasionista que representa, consiguiendo un conjunto más armónico con las proporciones y dimensiones de sus andas procesionales.
Al caer la noche, el frío cortaba el cuerpo del cortejo de nazarenos, así como de los costaleros cuando salían del relevo. El viento hizo que los encendedores de ambos pasos, y en particular el del palio, tuvieran que afanarse profundamente. El ritmo de la cofradía se tuvo que ver ralentizado especialmente a partir de Santa María, ya que varios cirios de los candeleros del paso de palio empezaron a cimbrear más de lo habitual. La priostía tuvo que actuar con urgencia durante varias chicotás para evitar que la situación fuera a mayores. Además, en la calle Padre Miguel Román, el llamador del paso de palio cayó al suelo en una levantá, obligando a detenerse nuevamente. Gracias a la ayuda prestada por la hermandad de los Aceituneros se pudo resolver con mayor rapidez. En ese momento, el Santísimo Cristo del Amor se acercaba a las inmediaciones de la Carrera Oficial, lo que provocó que, debido a estos imprevistos, el cortejo se extendiera y ralentizara más de lo habitual.
El paso de palio haría su entrada en Carrera Oficial a los sones de “Pasa la Virgen Macarena” para enlazar seguidamente con “La Estrella Sublime”, composición que en 2025 cumplía el centenario de su composición. La cofradía emprendía el camino de regreso por la calle Ancha, donde una gran petalá preparada por varios devotos, recibió a Ntra. Sra. de las Veredas en el último tramo, mientras se entonaba el Ave María en forma de marcha procesional.
Tras hacer su entrada en una basílica de María Auxiliadora completamente a oscuras, el paso de palio se situó a las plantas del Santísimo Cristo del Amor, con el fulgor de su candelería, para dar por finalizada nuestra estación de penitencia. Quedaron recuerdos y vivencias grabados en la memoria que se amplificarían aún más con uno de los actos más extraordinarios que puede vivir nuestra ciudad que tendría lugar el Sábado Santo, como es la celebración de un Santo Entierro Magno.